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El desafío de vivir en 21 metros cuadrados

El desafío de vivir en 21 metros cuadrados

Tras la aprobación del nuevo código urbanístico de la Ciudad de Buenos Aires que permite construir espacios cada vez más pequeños, el arquitecto Martín Huberman se pregunta sobre las tensiones entre lo doméstico y lo urbano. Con este concepto, armó la muestra “Diseño en acción”, que ahonda en las tensiones de la vida cotidiana en viviendas mínimas. “Se trata de plantear los problemas que pueden generar este tipo de regulaciones”, sostiene.

¿Se puede reducir la vida cotidiana? ¿Qué cosas entran y qué hay que dejar afuera al vivir en 21 metros cuadrados? ¿Cómo muta el diseño? ¿Descartaríamos la mitad de nuestras cosas? Las preguntas aparecen entre quienes visitaron la muestra Diseño en Acción, en Fundación Proa, y se quedaron pensativos frente a la emulación de un monoambiente como los que se pueden construir y habilitar desde diciembre en la Ciudad de Buenos Aires: 18 metros cuadrados más otros tres de baño. En total, 21 metros cuadrados para habitar, poco más de ocho menos que lo permitido hasta el cambio de legislación.

El arquitecto y curador de la muestra, Martín Huberman, llama a tomar una posición: sostiene que es necesario plantear una postura crítica y cuestionar las posibilidades de las nuevas normativas de edificación.

“Las leyes no se discuten ni se redactan en lenguajes accesibles, sino en formalismos legales que ocultan agendas especulativas y políticas. A grandes rasgos, el entorno construido que es nuestra ciudad, se dirime en la intensa danza entre obediencia y desobediencia a lo legislado, en la fricción entre las agendas políticas, las estructuras especulativas y la domesticidad como reacción a esos poderes”, plantea Huberman, quien está convencido de la necesidad de generar una agenda propia ante este esquema. Ese es el punto de partida de Diseño en Acción, que se pudo visitar hasta junio. La muestra incluyó también salas dedicadas a objetos e indumentaria, curadas por Olga Martínez y María Laura Carrascal.

La sala se encontró repleta de cuestionamientos. En el medio, un posible monoambiente diseñado por el estudio FRAM invita a recorrer las dimensiones de una unidad mínima en las que alguien podría vivir.

La entrada del departamento tiene a la vista una montaña de objetos que alguien podría tener que dejar afuera por falta de espacio: desde sillas, ropa, un teléfono hasta zapatillas, patines y un horno y un televisor se ven apilados en la puerta de la instalación, bañados en pintura gris.

Con la excusa de la accesibilidad económica, se busca duplicar la cantidad de habitantes de la Ciudad de 3 a 6 millones en pocos años”, dice Huberman. El eje todo el tiempo es analizar qué nuevo vínculo generan estas viviendas entre quienes las habitan y el espacio público: ¿cambia? ¿mejora la calidad de vida? ¿nos obliga a descartar cosas?

Fueron las arquitectas Nina Carrera y María Zamtlejfer, de CAZA, las encargadas de pensar el posible equipamiento de estos monoambientes. ¿Cómo lo hicieron? No de la manera convencional. A partir de los beneficios que planteaban notas periodísticas y publicidades, crearon elementos que venden las virtudes de estas mínimas unidades habitables con un dejo de ironía.

Uno de los diseños, por ejemplo, fue bautizado “Netflix” y se lo presenta como “ideal para quienes solo piden delivery y miran series”. Otro es “Navaja Suiza”, y propone que el equipamiento básico de una casa se disponga en el espacio como las navajas, con mecanismos de guardado y apertura según el uso.

A pocos metros, la propuesta fotográfica de Javier Agustín Rojas invita a repensar las posibilidades más allá de las normativas. “Aire y luz” es un registro de medianeras intervenidas por vecinos a través de la apertura de ventanas: allí la arquitectura se vuelve una herramienta para mirar con otros ojos.

Parte de la sala tiene, también, la obra de Números Primos, que plantea el diseño como una herramienta sustentable. Así, pueden verse, por ejemplo, una compostera de acero inoxidable que no genera olor, ideal para espacios pequeños; un dispositivo que reutiliza el aceite de cocina para fabricar velas y hasta una huerta hidropónica para poder plantar frutas y verduras en lugares reducidos.

Otra vez aparece, entonces, la idea de repensar los espacios: ¿puede el diseño ser una herramienta para mejorar la sustentabilidad de los hogares?

La muestra recupera leyes vigentes en la Ciudad y propone miradas críticas a partir de fotografías, instalaciones y diseño: el objetivo es mostrar la distancia que existe entre la normativa y lo que realmente sucede.

Además del nuevo código urbanístico, toma la ley 1854, de Basura Cero. Tras su modificación en 2018, permite volver a quemar residuos. “Lejos de legislar en pos de la reducción de la producción de basura y proyectar hacia un ecosistema menos contaminante, la ley hoy pondera como solución la generación de energía basada en la combustión de la basura, una fuente que no es considerada limpia, ni renovable”, explican desde Diseño en Acción.

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